Es increíble como unas pocas líneas,
escritas en un simple papel son capaces de transmitir tanto.
Como al leerla , por trigésima o
cuadragésima vez, aun me recorre un fuerte escalofrío por el cuerpo
haciendo que se me escapen un par de lágrimas.
Lágrimas ni de tristeza ni de
felicidad, sino de algo más complicado, son lágrimas de una niña
que siempre se ha sentido sola y por unos instantes se siente la
persona más dichosa del mundo, lágrimas con un regusto a
culpabilidad, pues nadie es perfecto, ni en ocasiones, considerado y
sólo por los cientos de fallos cometidos son quizá demasiado poco
merecidas. Lágrimas de esperanza e ilusiones, de planes locos para
el futuro, miles de posibles momentos, instantes mágicos en
cualquier rincón del mundo, desde escuchando un buen concierto a
susurrándome entre gemidos en el césped de cualquier lugar perdido.
Pero también lágrimas de miedo, de inseguridades, de temor a que
todo cambie y no tener el valor de volver a leer esas líneas pues ya
solo serían cosas del pasado, solo la primera vez.
Todos estos pensamientos y otros muchos
inexplicables escondidos tras dos saladas lágrimas que resbalan por
un rostro que en el fondo sonríe por ser tan “tonta” y
sobretodo por tener un causante de ello.
Al contrario de la frase de “unos amigos” que ambos conocemos muy bien:
“ Tanto polvo mágico y quiero seguir
siendo hada”
No hay comentarios:
Publicar un comentario